TRAUMA PSIQUICO

Generalmente se denomina trauma psíquico o trauma psicológico tanto a un evento que amenaza profundamente el bienestar o la vida de un individuo, como a la consecuencia de ese evento en el aparato, estructura mental o vida emocional del mismo.

En los términos de la psiquiatría un trauma es definido, indirectamente, como exposición personal directa a un suceso que envuelve amenaza real o potencial de muerte, grave daño u otras amenazas a la integridad física personal, ser testigo de un suceso que envuelve muerte, daño o amenaza a la integridad física de otra persona, enterarse de la muerte no esperada o violenta, daño serio, amenaza de muerte o daño experimentado por un miembro de la familia u otra relación.

El primero en empezar a extender el concepto de incluir en la génesis de un trauma los aspectos emocionales, fue Charcot, quien sugiere: «Es siempre necesario, al lado del «traumatismo» (por lo que se refiere al suceso traumático), considerar el factor que, muy probablemente, ha jugado un papel más importante en la génesis de los accidentes, (quiere decir los síntomas subsecuentes a la ocurrencia) que la herida misma. Me refiero al terror experimentado por el paciente en el momento del accidente.

Charcot también introdujo un concepto que más después tendría una asociación profunda con el de trauma, el de «Condition seconde»: un estado que parece afectar las acciones de los individuos sin que estos se den cuenta o, a lo más, débilmente. Más tarde esta «condition seconde» llegó a ser llamada el «inconsciente«.

Uniendo esos conceptos, Charcot postula el siguiente escenario en la génesis de las histeria: hay un incidente, que da origen a ideas y emociones (por ejemplo, la realización de que uno casi murió a consecuencia de un accidente y el horror sentido en consecuencia). Lo anterior es seguido, en su opinión, por un periodo de elaboración y un «momento hipnótico» (pérdida de consciencia), que lleva a la producción de síntomas.

Josef Breuer da el siguiente paso en el desarrollo del concepto de trauma. Él nota en el famoso caso de «Anna O», que revivir el incidente traumático parece aliviar los síntomas. «Habría sido capaz de sospechar que éste era el caso, si no fuera porque en las mismas tardes que ella, durante la hipnosis, hablaba de lo que fuera que la había preocupado en el mismo día en 1881, yo podía, mediante un diario mantenido por su madre, comprobar más allá de cualquier duda la realidad de los eventos. Esta revisión del año anterior continuó hasta que la enfermedad llegó a su punto final, en junio de 1882»

Adicionalmente, Breuer nota una nueva situación: la aparición de síntomas en algún momento determinado no parece ser debida a un trauma en el sentido hasta ahora dado, de un acto externo, que realmente amenaza la vida o el sentido del ser del individuo. En una ocasión, la paciente cae dormida mientras cuida a su padre que está enfermo. Mientras duerme, sueña que una serpiente negra ataca al padre. En el sueño, ella es incapaz de evitar que la serpiente se acerque al padre. Es como si ella tuviera paralizado su brazo derecho. Sucede que mientras dormía, su brazo estaba atrapado debajo de ella, y fue víctima de lo que normalmente sucede en esas circunstancias: fue «a dormir». El incidente terminó al despertar, sin, aparentemente, ninguna consecuencia. Sin embargo, al día siguiente, cuando ella trató de recoger algo que había caído entre las ramas de un arbusto, una rama seca le recordó la serpiente de su pesadilla. Inmediatamente su brazo se hizo rígido, situación que se repitió en el futuro cada vez que algo le recordaba la serpiente. .

Como es obvio, el «incidente traumático» sólo sucedió en un sueño. Quizás, se puede especular, la importancia del incidente traumático no es tanto en su impacto obvio, físico, sino en su capacidad de evocar respuestas profundamente emocionales. Pero no todas las emociones fuertes parecen causar trauma. ¿Cómo podemos explicar esto? Ese tipo de especulaciones prepararon el camino al segundo gran momento en el desarrollo del concepto.

El concepto de trauma como explicación de problemas psicológicos ha entrado al vocabulario moderno común, por tanto es imposible para la medicina ignorar su uso. Desde este punto de vista, se considera un trauma cualquier suceso estresante extremo, algo fuera del ámbito de la experiencia humana normal, al menos para el grupo social al cual el individuo pertenece, y que produce consecuencias negativas tanto en la conducta como las emociones del individuo, problemas o síntomas que se ven como debidos a trastornos de ansiedad.

Desde esta perspectiva, y aunque en general se acepta que el estrés es un factor al menos contribuyente en la génesis y evolución de muchas enfermedades, tanto fisiológicas como mentales, se reconocen tres síndromes específicos debidos a exposiciones a tales situaciones extremas: trastorno por estrés postraumáticotrastorno por estrés agudo y el trastorno traumático del desarrollo.

A pesar de que un trauma (incluso en su definición como suceso estresante extremo) es generalmente concebido como algo que necesariamente tiene repercusiones negativas, varios autores han hecho notar que algunos individuos, como por ejemplo, algunos de los supervivientes de los campos de exterminio, han superado tales experiencias y han llegado a convertirse en figuras ejemplares.

Este “crecimiento postraumático” parece deberse a cambios en la manera que la persona se concibe a sí mismo como de su relación con otros, y va acompañada en general de cambios profundos en cuestiones filosóficas, espirituales o religiosas.

De acuerdo a Lawrence G. Calhoun y Richard Tedeschi, profesores en la Universidad de Carolina del Norte (en Charlotte), “los reportes de crecimiento a continuación de un trauma superan ampliamente los reportes de desórdenes psiquiátricos”. Ellos aducen que esos cambios positivos incluyen mejoramiento en las relaciones, nuevas posibilidades en la vida personal, mejor apreciación de la vida, un sentido mayor de fortaleza personal y desarrollo espiritual, y que aparentemente hay una paradoja básica comprendida por los sobrevivientes de un trauma que reportan ese crecimiento postraumático: sus pérdidas también han producido ganancias invaluables. Ellos también encuentran más fácil llegar a intimar con otros y tienen grados mayores de compasión con aquellos que experimentan dificultades”.

Es conveniente tener presente que Calhoum y Tedeschi no están sugiriendo que tal crecimiento es fácil o libre de sufrimiento: el crecimiento postraumático puede ocurrir en un contexto de considerable sufrimiento y problemas psicológicos, por lo tanto, no se debe focalizar en este aspecto a costa de minimizar o menospreciar esa pena y ese sufrimiento. El crecimiento parece venir más de las tentativas de adaptación o hacer frente que del trauma mismo. Además, hay un número significativo de personas que experimenta poco o ningún crecimiento a pesar de que luchan duramente para hacer frente a la experiencia del trauma.

¡Esto no es todo amig@!

Todos hemos sufrido traumas en nuestra infancia, adolescencia o edad adulta pero estamos de acuerdo que los traumas que nos marcan durante el resto de nuestra vida son los que ocurren cuando somos bebes o niños por un simple motivo: porque en la infancia no tenemos los recursos psicologicos necesarios para afrontarlos así que muchas veces pasan a nuestro inconsciente.

Y es que en la infancia se marca la personalidad de cada uno de nosotros: somos extrovertidos o introvertidos según esas huellas infantiles o somos personas altruistas o no por lo mismo. Es decir, lo que marca nuestra personalidad adulta son esa serie de traumas superados o no. Por eso es tan importante ir a un profesional de la salud mental a su debido tiempo.

Es un acto muy valiente pedir ayuda si hay algo que tu no puedes solucionar porque no tienes las herramientas adecuadas.

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