DESARROLLO EMOCIONAL EN EL ANCIANO

El desarrollo emocional implica cambios. Es formar seres armónicos, con capacidad para expresar afecto a otros, encontrar cualidades en los demás, ser tolerantes con las deficiencias o los errores de las personas allegadas, manejar sus emociones y construir a partir de las cualidades de las personas que les rodean o familiares.

Se llama adultez tardía a la última etapa del desarrollo humano. Esta va desde los 65 años hasta la muerte. Si se ubica esta etapa en uno de los estadios de Erikson el conflicto por el que pasan los seres humanos corresponde al de integridad frente a desesperación: la meta en esta etapa del desarrollo humano es lograr establecer una identidad del yo, y para lograr esto se requiere una revisión de lo vivido, un reconocimiento de lo logrado en la vida y la aceptación de los fracasos. El adulto mayor es un sujeto que aún sigue en desarrollo. El anciano pasa por dos imágenes distintas, una de dependencia y otra de persona con conocimiento y experiencia. En la adultez, ya se espera que el sujeto tenga la capacidad de identificar y reconocer las emociones propias y las ajenas, así como ejercer control adecuado de estas, teniendo en consideración la inteligencia emocional. En esta etapa se presentan una serie de cambios. En cuanto a lo físico, se ve que el cuerpo ya no tiene las mismas capacidades de antes. Por otro lado, la muerte se torna más presente y con ello puede aparecer un sentimiento de deseperanza. Es importante que en esta etapa se acepte a la muerte como una parte más del desarrollo, con el fin de evitar la sensación de deseperanza.

Uno de los factores más relevantes durante el desarrollo en la adultez tardía son los cambios físicos experimentados por los individuos. Uno de los más comunes es el deterioro de la memoria, se disminuye la capacidad de evocar información de valor y adquirir nuevos aprendizajes. Dicho cambio tiene efectos en la vida diaria, el funcionamiento social y el laboral.​

Se hacen además presentes una serie de cambios en el cuerpo como la disminución de la agudez visual, auditiva (sobre todo con voces femeninas debido a su naturaleza aguda), disminución de sensibilidad en cuanto a sabores y olores. El deterioro de la fuerza muscular, los huesos más porosos y las articulaciones menos flexibles limitan el movimiento y actividad cotidiana durante esta etapa.​ Envejecimiento humano Algunas enfermedades que se pueden hacer presentes durante la adultez tardía son artritisreumatismohipertensión, deterioro de las caderas y espalda, entre otras. Estos cambios cobran relevancia en el desarrollo emocional pues es a través del cuerpo que los seres humanos nos expresamos y en este caso se tienen limitaciones adquiridas.

Tenemos por otro lado la presencia de la depresión ya sea crónica o persistente, que se puede mostar en forma de tristeza, falta de concentración, llanto fácil, perturbaciones del sueño, labilidad emocional, agitación e ideas de suicidio. Existen pruebas que indican que el envejecimiento puede aumentar el riesgo de experimentar depresión. El índice de mortalidad de los hombres y mujeres de la tercera edad que tienen depresión y sentimientos de soledad es mayor que el de aquellos que están satisfechos con sus vidas. Estos sentimientos de desesperanza y aislamiento suelen ser más comunes en las personas que viven en asilos.

La sociedad afecta de manera directa el desarrollo emocional de los adultos mayores ya que existen ciertos estereotipos sobre la vejez que intervienen en sus relaciones interpersonales. Hoy en día, no existe una cultura de la vejez ya que se suele considerar más los aspectos negativos de la adultez tardía que logran una visión desvalorada de esta etapa. Por ejemplo, se ve a los ancianos como personas que van llegando a su fin y no como merecedores del mérito de haber transitado un largo camino. Esta connotación negativa se debe a las referencias externas como la propia edad, que van generando, en la mayoría de personas, una definición negativa de sí mismas, decir, la autopercepción se torna también negativa. Por lo tanto, si la autoimagen tiene influencias negativas, entonces el autoconcepto y el autoestima probablemente van a decaer.  Sin embargo, existen también estereotipos positivos en los cuales se considera al adulto mayor como fuente de sabiduría ya que su larga experiencia durante la vida lo dota de un estatus especial.

Todos estos estereotipos afectan la forma de relacionarse que se adopta hacia los adultos mayores ya que sesgan a la sociedad a tener una aproximación distinta dependiendo de la visión positiva o negativa que se tenga de ellos. Las relaciones interpersonales de los adultos mayores, generalmente, se refieren a relaciones intergeneracionales, es decir, los ancianos están rodeados de personas de distintas generaciones con las que deben vincularse a menudo. Esto se debe a que la sociedad cambia de manera constante y rápida, y las nuevas generaciones se disocian de las anteriores con el fin de diferenciarse. Los estereotipos negativos llevarán, frecuentemente, a los adultos y jóvenes a alejarse y evitar relacionarse con personas seniles. Por ello, los estereotipos que las siguientes generaciones aprueben sobre los adultos mayores, servirá como retroalimentación hacia su autoconcepto y, por ende, influirá en su desarrollo emocional.

Por otro lado, los adultos mayores se vinculan la mayor parte del tiempo con su familia y el ser abuelos podría ser una característica propia de la edad que se relaciona con su desarrollo emocional. Los abuelos en la ancianitud suelen sentirse muy cercanos a sus nietos y enfatizan dentro de sus relaciones las expresiones afectivas sobre las relaciones instrumentales (intercambio de servicios y ayuda), aunque en la realidad no compartan muchas actividades de ocio conjuntas. Por otra parte, los abuelos se encuentran en una relación de poder sobre sus nietos y consideran que su rol es enraizar a las generaciones más jóvenes en la cultura familiar (historia y tradición de la familia). Ello se relaciona con el desarrollo emocional del adulto mayor porque el sentirse querido por sus nietos dentro de esta relación afectiva y el ejercer dominio sobre ellos, ayudará a fortalecer la seguridad en ellos mismos y su autoestima.

Uno de los métodos utilizados para contrarrestar la soledad en personas de la adultez tardía son las visitas a domicilio hechas por asistentes sociales. Estas buscan ser una atención preventiva para disminuir factores de riesgo en adultos mayores. Las visitas a domicilio no reducen de manera significativa la mortalidad y morbilidad de los adultos mayores.

La valoración negativa del adulto mayor está representada por diversos aspectos: físicos, pues la persona se encuentra más incapacitada; cognitivos puesto que mentalmente se encuentra deficitaria, económicos ya que no genera ingresos por sí mismo y sociales ya que se encuentra aislada. Todo ello, apunta a una dependencia por parte del adulto mayor, lo que reduce su autonomía y desemboca en una crisis de identidad.​

En la adultez tardía, las personas tienden a irse a vivir con los hijos o algún familiar cercano, debido a problemas que pueden estar enfrentando (económicos o de salud mental o física), los cuales no pueden manejar o solucionar por su propia cuenta. Ello podría generar una visión de los adultos mayores como cargas para sus familiares, lo que desencadena en prejuicios y estereotipos que hacen difícil el envejecer bien y limitan una correcta integración del adulto mayor en la sociedad. Como se ha visto anteriormente, estos estereotipos pueden influir de manera negativa en el rol que el adulto mayor desempeña en la sociedad, pues al ser concebidos de manera negativa pueden verse segregados en cuanto a su productividad por las otras generaciones. Además, la visión del adulto mayor como una carga puede desencadenar ciertos actos por parte de los cuidadores, como abusos y maltratos contra el adulto mayor, generando así consecuencias negativas severas en el desarrollo emocional del mismo.

En cuanto a la salud, la dependencia se genera a partir de las deficiencias físicas típicas de la edad o las consecuencias de alguna enfermedad, así como los deterioros cognitivos que implican la vejez. Esto limita la capacidad de los adultos mayores de hacerse cargo de su cuidado personal, desplazarse, ubicarse en el tiempo y espacio, ejercer una ocupación, mantener relaciones sociales y gestionar sus propios recursos. Como es de esperarse, las limitaciones de estas actividades impactan de manera negativa en la autonomía, es decir, en la auto-organización de la vida. Es necesario resaltar que la autonomía y la dependencia son conceptos diferentes que suelen contraponerse, pero que no necesariamente se encuentran ligados. Por ejemplo, se puede ser dependiente, pero seguir sintiéndose causa de su propio comportamiento (autonomía) en algunas ocasiones.​

En relación a los aspectos sociales, los adultos mayores suelen participar activamente de asociaciones políticas o de voluntariado comunitario para satisfacer su necesidad de sentirse útiles. Sin embargo, esto también genera una dependencia social ya que invierten su tiempo libre en actividades vinculadas al estatuto y a la existencia social que quieren obtener. Además, deben moverse dentro de un marco de tareas que son impuestas por estas organizaciones. Por otro lado, la jubilación también afecta la autonomía ya que genera una dependencia económica hacia una mensualidad y no permite la generación de nuevos recursos.

La jubilación es un hito importante para la vida de las personas dentro del sistema de trabajo que se sigue en la mayoría de países occidentales. Dejar de trabajar puede verse como dejar de ser útil, tanto para la sociedad como para uno mismo. Por lo tanto, como evento en la vida del individuo, representará más que un simple cese de actividad laboral, pues implica una modificación en el estilo de vida, involucrando cambios a nivel personal y contextual. ​ La transición del trabajo a la jubilación es un cambio muy importante, donde uno puede esperar sentir estrés, experimentar la pérdida de ingresos, identidad profesional, estatus social, compañeros y la estructura cotidiana del tiempo y actividades.

La jubilación afecta la economía, las relaciones interpersonales y la significación del trabajo, provocando un deterioro en el desarrollo emocional del adulto mayor. El adulto mayor jubilado, al quedar fuera del circuito de producción, tiene como consecuencia la marginación y el menosprecio, y se convierte en una carga indeseada tanto para el Estado como para su familia y/o parientes.​ De la misma manera, a nivel psicosocial, los jubilados presentan con frecuencia aislamientodepresión, soledad, intento de suicidio y abandono personal, pues muchos sienten que el trabajo es lo que le da sentido a sus vidas. En consecuencia, los cambios en la forma de vida ocurren alrededor de este nuevo papel de ‘carga’ por parte del adulto mayor jubilado.

Sin embargo, la jubilación también puede tener efectos positivos en el desarrollo emocional, pues abre las puertas a una nueva etapa, llena de posibilidades distintas para poder hacer todo lo que una vida laboral común impide. El retiro como hecho objetivo supone un gran abanico de posibilidades: mucho más tiempo disponible y tranquilidad para realizar lo que uno quiera. Las personas jubiladas o a puertas de jubilarse se ven forzadas a construir una nueva identidad como jubilados, y a un nivel un poco más social, se puede relacionar esta misma actitud del adulto mayor ante su nuevo tiempo disponible con la necesidad de sentirse útil ante su entorno. El adulto en edad de jubilarse hace un esfuerzo por ser productivo de alguna otra manera: trata realizar actividades, tareas y acciones que tengan una influencia en sí mismo o en otros, como cuidar a los nietos o sobrinos, hacer voluntariado, participar políticamente, etc

La Inteligencia emocional, en la adultez tardía, implica la capacidad de controlar las reacciones emotivas, habilidad de motivarse uno mismo y la capacidad de expresar estas para sobrellevar y afrontar de manera eficiente las pérdidas vivenciadas y las preocupaciones sociales y/o personales que se presentan de manera cotidiana en la vida del adulto mayor.

A partir de los 60 años se da un cambio en el uso de las emociones como estrategias de afrontamiento ante las diversas dificultades. El uso satisfactorio de las estrategias emocionales dependerán del aprendizaje y experiencias vividas a los largo de la vida del adulto mayor, siendo aquellos con experiencias más positivas y gratificantes los que demostraran mayor competencia en su regulación emocional. En esta etapa se lleva a cabo lo que Charles, Mather y Carstensen denominan atención emocional, que es la tendencia a centrar la atención en los aspectos positivos de las emociones a medida que se envejece. Así, se da una mayor probabilidad de recordar la información positiva frente a la negativa.

Si bien no se han realizado suficientes investigaciones sobre la inteligencia emocional en la adultez tardía, se ha determinado que la capacidad de expresión de las emociones no se diferencia de las personas más jóvenes. Esto conlleva a que sea pertinente la aplicación de diversas estrategias que ayuden al adulto a mayor a controlar y dominar sus propios estados emocionales en determinadas situaciones. Es de suma importancia llevar a cabo esta labor satisfactoriamente, por lo que es menester trabajar en tareas específicas de educación emocional, las cuales tienen el objetivo de potenciar el desarrollo de las competencias emocionales que incentiven el crecimiento personal para el sentimiento generalizado de bienestar en esta etapa del desarrollo humano.​

Durante la vejez las preguntas existenciales sobre el sentido de la vida y la muerte son muy frecuentes. La aparición de condiciones específicas, como la adquisición de enfermedades terminales, generan cambios en la vida normal de los ancianos e influyen en su desarrollo emocional. En la adultez tardía se da la búsqueda de recuerdos significativos que ayuden al sentimiento de que se vivió una vida plena y exitosa para poder sentir paz, armonía y estar conforme con la vida que se vivió, por lo cual, se afronta de mejor manera la venida de la muerte. Por otro lado, las estrategias de afrontamiento mediante las cuales se aproximen a su nueva condición dependerá de sus habilidades cognitivas y sobre todo de las emocionales. Sin embargo, la visión que se tiene en la actualidad sobre los adultos mayores próximos a la muerte se aproxima desde una perspectiva clínica, desde la cual se tratan solo los síntomas de la enfermedad; se tiende a deshumanizar a la persona. El paciente de hoy, sufre más, no físicamente quizá, pero sí emocionalmente, y sus necesidades no han cambiado a lo largo de los siglos, solo nuestra capacidad para satisfacerlas.

Kübler-Ross (1969, en Espinosa, s/f) propone que la aceptación de la muerte se desarrolló en cinco etapas que son propias no solo del adulto mayor, sino también de las personas cercanas a la muerte.En este periodo de tiempo las personas lidian con la tragedia de la muerte, de una enfermedad terminal o una pérdida importante. Estas cinco etapas son: negación, no se cree posible que algo así suceda; ira, la persona desarrolla le sentimiento de ira y envidia a todo objeto que simbolice vida; negociación, se tiene la esperanza de poder alargar o retrasar la muerte; depresión, se asimila que la muerte está próxima y se empieza a lidiar con ella; y aceptación.​

En la adultez tardía se vivencian diferentes tipos de duelos: pérdida de una mismo por el envejecimiento, pérdida de estatus en la familia o en ámbito laboral, la cercanía de su muerte y la muerte seres queridos cercanos a ellos. Respecto al duelo del ser querido, el anciano vivencia diferentes tipos de dolor y este varia de intensidad dependiendo de la persona que falleció. Así, Bowen halló que la muerte del cónyuge afecta en mayor proporción al hombre, mientras que la muerte de un hijo o hija, afecta de manera más intensa a la mujer.

Según la teoría del desarrollo psicosocial de Erickson, la última etapa del desarrollo humano se denomina integridad vs desesperación y va desde los 60 años hasta la muerte. Esta etapa consiste en la aceptación de la cercanía de la propia muerte como fin inevitable de la existencia de la vida. Los ancianos necesitan aceptar sus vidas y su proximidad a la muerte; si fracasan, se sentirán abrumados al comprender que el tiempo es demasiado corto para comenzar otra vida y, por tanto, serán incapaces de aceptar la muerte. Si la crisis se supera de manera adecuada, el adulto mayor habrá desarrollado la integridad del yo, aceptando su vida tal y como la vivió y dándole un significado positivo. Así, desarrolla la virtud de la sabiduría el cual le brinda la seguridad de haber tenido una vida significativa, siendo el siguiente paso la muerte.​

Como se menciona previamente, Erickson plantea que en la adultez tardía se atraviesa la crisis final de la vida: integridad vs. desesperación. La integridad del yo consiste en la evaluación y aceptación de la vida que uno ha llevado, y de la cercanía de la propia muerte como un fin inevitable. Las personas mayores a menudo se dedican a la revisión de la vida, en la que se recuerda el pasado y se piensa qué hacer en el futuro, pues conlleva a que acepten más fácilmente su vida y la inevitabilidad de su muerte.​ Esto se encuentra muy asociado a la religión, pues esta provee un espacio de aceptación de esta etapa: conciliación con la vida y aceptación de la muerte. La religión otorga soporte emocional y social; el saber que uno tiene al alcance el apoyo de otros contribuye a darle mayor esperanza y bienestar emocional. Del mismo modo, la religión ayuda a que una persona alcance un sentimiento de propósito o que sienta que su vida tiene sentido, por el hecho de adscribirse a un sistema de creencias muy firme y preciso. Esto es clave para el bienestar emocional de las personas en la vejez, pues obtienen una mayor sensación de bienestar y satisfacción vital, además de mostrar mucho menor o ningún temor a la muerte.

La religión juega un papel fundamental en el desarrollo emocional del adulto mayor, puesto que lo auxilia en la dificultad y desintegración social, para darle una perspectiva diferente a sus últimos años de vida.​ La religión es un apoyo para difuminar las ideas alrededor de la vejez, a la vez que aumenta la actividad en esta etapa, y con esto mejora la calidad de vida. Es un recurso que se usa con frecuencia en el envejecimiento, siendo comúnmente el primer recurso disponible al que recurren los adultos mayores cuando están enfermos, antes que drogas, otras personas, o profesionales de salud. Además, la asistencia a servicios religiosos de diversa índole parecen tener un “efecto protector” contra los síntomas propios de la depresión y el estrés, y los efectos del aislamiento, contribuyendo así a mejorar los estados de ánimo y el desarrollo emocional en esta etapa del desarrollo humano.

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