
El apoyo en psicoterapia, designa el acompañamiento psicológico, profesional o no, por lo general implementado bajo forma de entrevistas presenciales (entrevistas cara a cara) o de simples charlas, de personas en situación de desamparo moral y/o de perturbación psicológica o desequilibrio emocional, que de una forma u otra piden y/o aceptan ayuda; este acompañamiento de apoyo con frecuencia es incluido dentro de lo que se llama « relacionamiento personal médico/sanitario – paciente » o « relacionamiento técnico – paciente ». En el marco de los enfoques de la psicoterapia, los principios de la señalada relación de ayuda principalmente siguen los trabajos de Carl Rogers y de Abraham Maslow desarrollados en la segunda mitad del siglo XX.
Nótese que al aplicar un enfoque paliativo que pretende ser integral, es el paciente el que debe situarse en el centro de un dispositivo alrededor del cual pueden llegar a participar un número a veces elevado de especialistas, técnicos, y acompañantes, cuyos respectivos roles deberían estar interrelacionados y coordinados entre sí. Pluridisciplinariedad e interdisciplinariedad son entonces indispensables en cuanto al enfoque de los cuidados paliativos, y por tanto alrededor del paciente podrían situarse tanto médicos de medicina general como médicos especialistas, así como enfermeros, kisioterapeutas, asistentes sociales, psicólogos y psiquiatras, acompañantes de apoyo con formación en psicoterapia, acompañantes benévolos con o sin formación religiosa, ergoterapeutas, ortofonistas, acupunturistas, etc.

El acompañamiento de ayuda psicoterapeuta tal como es definida hoy día, tiene sus antecedentes en la actividad a principios del siglo XX, del consejo de pastores de ciertas iglesias protestantes en Estados Unidos, sobre la base de los primeros trabajos realizados en materia de psicoanálisis. En efecto, en 1925, el Dr Richard Cabot publicó un artículo en el Survey Graphic, sugiriendo que los candidatos aspirantes a desempeñarse como pastores, recibían una formación similar a la ofrecida por la escuela de medicina.

En los años 1930, Anton Boisen desarrolló un programa que se orientaba en este mismo sentido. Y en 1963 fue fundada la American Association of Pastoral Counselors, con la finalidad de proporcionar una formación certificada a los pastores acompañantes.
En materia de cuidados paliativos, el acompañamiento de apoyo es generalmente definido como « la capacidad que puede tener una persona para llevar o inducir a un paciente en dificultades, a que él mismo movilice sus propios recursos internos y de entorno a efectos de mejor poder sobrellevar una situación ». A partir de los trabajos de Carl Rogers en 1942, la noción de relacionamiento de apoyo se basa en efecto en una visión optimista en relación a la posibilidad de ayudar a una persona en dificultades, de forma de inducirla e impulsarla a que ella misma « movilice sus propias potencialidades y reservas », en prioridad frente a la posibilidad de imponer al paciente soluciones desde el exterior.

La elección del término adecuado para designar a quien recibe el acompañamiento y los cuidados no es una elección trivial o arbitraria.

«Psicoterapia centrada en el cliente» es el nombre de una psicoterapia enmarcada en la psicología humanista. Y precisamente Carl Rogers prefería llamar «cliente» y no «paciente» a quienes consultaban, porque paciente naturalmente evoca dependencia, pasividad, y resignación, y esa no era la visión que tenía dicho erudito sobre lo que debía ser un ser humano. Con frecuencia Rogers hablaba de «enfoque centrado en el cliente», porque pensaba que enfoque era un término más adecuado y general, con más matices filosóficos, lo que permitiría enmarcar con quien consultaba una consecuente psicoterapia y comprensión sobre los intercambios interpersonales que tendrían lugar durante el proceso psicoterapéutico.
En varios aspectos Carl Rogers coincidía con Sigmund Freud, pero en otros aspectos difería.

Rogers es reconocido por un enfoque en donde el cliente tiene un papel más directo en la terapia, y el terapeuta está en segundo plano. Por el contrario Freud es mejor conocido por su trabajo en el inconsciente humano, y por tratar al ser humano casi como si en él lo patológico y lo anormal fuera la norma.

Freud opinaba que si fuera socialmente aceptable y no existieran muchas trabas externas, en lo básico la gente guiaría su vida de forma egoísta, violenta e incestuosa, pues se perseguiría el placer de forma completa y ciega, y a cualquier precio. Según Freud, la naturaleza humana primordialmente se maneja por instintos sexuales. Rogers por el contrario, si bien admite que en ciertas circunstancias la naturaleza humana tiene una tendencia hacia la agresividad y la violencia, opina que en el ser humano es inherente el deseo de autoactualización positiva, como refuerzo positivo y apreciación de la sociedad. Según este enfoque, las personas son positivas por naturaleza, y desarrollarán estas características si reciben el respeto y el apoyo necesarios; Acompañar es promover y facilitar, es crear las condiciones adecuadas para que la persona involucrada acceda a sus propios recursos desde el aquí y el ahora.
Las experiencias terapéuticas, de consejería y orientación, desde la perspectiva rogeriana, en líneas generales presuponía el trato con personas normales, que ocasionalmente se enfrentaban a problemas externos o que por ejemplo sufrían desequilibrios emocionales. Y esta concepción es susceptible de ser aplicada en diversas áreas tales como la clínica, la educación, las relaciones de pareja, la ludoterapia, la dinámica de grupos (los famosos grupos de encuentro), etc, cubriendo un amplio espectro de edades, desde niños de dos años hasta ancianos. Y probablemente esto es posible, porque el enfoque no directivo o centrado en el cliente, además de ser una técnica aplicable a tal o cual problema, constituye una concepción del ser humano y de las relaciones interpersonales, que trascienden los límites del consultorio para conformar una teoría sobre el «buen vivir», esto es, sobre el «vivir plenamente, en constante superación, con apertura a todas las experiencias, sin miedo, con capacidad de elección y de responsabilizarse por lo elegido».

Una de las particularidades que pueden llegar a tener los cuidados paliativos, es la participación del voluntariado. Estos movimientos asociativos-sociales con frecuencia se han creado impulsados por la toma de conciencia de profesionales de la salud en relación a la importancia y necesidad de implementar ciudados paliativos y acompañamientos de apoyo al menos en ciertos casos.

Lo que motiva el voluntariado sobre todo es una dimensión relacional. El voluntario se hace presente frente al paciente, está disponible, y está dispuesto a escuchar, tanto a quien está padeciendo algún desequilibrio emocional, como a quien está luchando contra una enfermedad grave con posibilidad de muerte. Obviamente el voluntario no reemplaza ni a los familiares y próximos del paciente, ni a los médicos y técnicos que puedan estar interviniendo. El acompañante voluntario es un testigo, un ser humano que simplemente expresa su solidaridad con otro ser humano en dificultades, respetando las diferencias y particularidades, y acompañado del deseo y la confianza en algún tipo de mejoría del que está sufriendo.
La escucha paciente, interesada y respetuosa del que sufre, está en el centro del involucramiento del voluntariado de compañía, y en algunos casos ello también está relacionado con los llamados «grupos de ayuda«.

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