APNEA ¡DESCUBRELA!

Se denomina apnea a las siguientes situaciones:

  • Cese completo de la señal respiratoria (medida por termistor, cánula nasal o neumotacógrafo) de al menos 20 segundos de duración.
  • En los recién nacidos pretérmino, la apnea grave se define como la interrupción de la respiración durante más de 15 segundos o de cualquier duración si va acompañada de cianosis y bradicardia.
  • La apnea puede definirse estadísticamente como una pausa respiratoria que supera a 3 desviaciones estándar de la duración media de la respiración en un lactante o un niño de cualquier edad.

La respiración, un factor determinante a la hora de poder disfrutar de un sueño reparador, depende durante estos periodos de los músculos que controlan la mandíbula, la lengua y el paladar y que mantienen abierta la vía respiratoria; cuando estos músculos se relajan, la mandíbula cae y la lengua retrocede, estrechando u obstruyendo la vía aérea y produciendo las dificultades respiratorias, que van desde los ronquidos hasta las apneas. En estos momentos, el cerebro se ve obligado a realizar lo que se denomina microdespertares, instantes en los que el sueño se interrumpe para que el cuerpo pueda recuperar el ritmo respiratorio. Estas interrupciones impiden que el organismo descanse completamente, lo que provoca la aparición de un gran número de dolencias.

La mayor parte de las apneas no tienen una única causa, sin embargo, en los lactantes apnéicos hay que considerar los siguientes cuadros patológicos

La insuficiencia respiratoria del recién nacido, puede causar apnea por depresión del centro respiratorio, o por mayor impedancia de las vías respiratorias, que puede causar fatiga diafragmática y apnea.

La apnea del prematuro es una patología frecuente que se presenta en el 85% de los recién nacidos menores de 34 semanas de edad gestacional y en el 95-100% de los menores de 28 semanas de edad gestacional. Con respecto al peso al nacer, se manifiesta en el 92% de los de peso menor a 1250 gramos y en el 50% de los de peso menor a 1500 gramos. Es un fenómeno evolutivo, consecuencia natural de la inmadurez de estos pacientes, usualmente se resuelve cuando el bebé alcanza las 34-36 semanas de edad gestacional. En la actualidad hay debate de que tratamiento de elección da más beneficios cafeína o aminofilina. La cafeína como la aminofilina es una trimetilxantina ampliamente utilizada como terapia de primera línea en apnea de prematuro. Su efecto farmacológico en apnea incluye la estimulación del sistema respiratorio en el centro medular, dando mayor sensibilidad al CO2, y una mejor contractibilidad diafragmática.

La cafeína se elimina principalmente por vía renal. Debido a que la cafeína es generalmente disponible como citrato de cafeína, el componente activo comprende solo el 50% de la dosis total, un ensayo controlado aleatorizado comparó 3 dosis de carga de cafeína seguido de la mitad de la dosis a las 24 horas, mostró que el grupo de paciente tratados con dosis más alta tenían menos apnea que el grupo de dosis bajas, el grupo de dosis alta mostró reducciones significativas en fracaso de extubación, duración de ventilación, y apnea comparada en comparación con el grupo de dosis bajas. Por lo tanto una mayor dosis de cafeína parece ser eficaz en la prevención de apnea de la prematurez.

Las revisiones sistemáticas de la terapia con metilxantinas en apnea tienen demostrado que tanto la cafeína como la teofilina son eficaces en la reducción de la apnea dentro de 2 a 7 días de iniciado el tratamiento. La cafeína es más segura y tiene un rango terapéutico más amplio que la teofilina, un reciente ensayo clínico multicéntrico ha resuelto la antigua incertidumbre acerca de la seguridad a largo plazo y la eficacia del tratamiento con metilxantinas como tratamiento para la apnea de la prematurez, este estudio reveló que la cafeína reduce las discapacidades del desarrollo neurológico. Aunque los posibles mecanismos de efecto neuroprotector no se conocen completamente, la disminución de la ventilación que induce lesión pulmonar por el uso de cafeína puede explicar en parte el resultado.

La displasia broncopulmonar se acompaña con frecuencia de la apnea del prematuro. Tratar la enfermedad pulmonar crónica de manera óptima sería un régimen eficaz contra la apnea. A falta de hipoxia o enfermedades pulmonares crónicas, los niños que todavía tienen crisis de apnea pueden darse de alta para que se sometan a vigilancia de apnea y bradicardia en el hogar. Si la teofilina o la cafeína reducen la frecuencia de estas crisis, la vigilancia con monitor prosigue hasta un mes después del término del tratamiento.

Las aberraciones metabólicas pueden causar episodios apnéicos y el común denominador de tales alteraciones parece ser la capacidad de perturbar el metabolismo del SNC. Las aberraciones más frecuentes son hipoglucemia, hipocalcemia, acidosis e hiperbilirrubinemia marcada, y todas suelen acompañarse de otras manifestaciones de disfunción del SNC.

El dispositivo de Presión Aérea Continua (CPAP) es el tratamiento de elección, porque actúa en el lugar de origen del problema. Inyecta aire a presión que elimina el bloqueo y garantiza el paso del aire. El problema que tiene es la incomodidad de la máscara, la presión del aire, la tubuladura y el compresor.

Los dispositivos de avance mandibular (DAM) son un tratamiento alternativo válido según el Consenso Nacional de Apnea del Sueño, siempre que sea prescrito y vigilado por un médico especialista, y realizado por un odontólogo con formación en este campo. Funcionan exclusivamente si el origen de la obstrucción es la base de la lengua y esto se convierte en su principal limitación. Estos dispositivos también son conocidos como Prótesis de Avance Mandibular (PAM). Los DAM mejoran y facilitan el paso del aire a través de las vías aéreas, previniendo el colapso de las mismas. Funcionan a dos niveles, anatómico y funcional al avanzar la mandíbula y la base de la lengua.

Su uso es recomendable para pacientes con un Síndrome de Apnea Obstructiva del Sueño leve o moderado y para aquellos que no hayan tolerado o puedan adherirse al uso de la CPAP. Muchas investigaciones en el campo de la Medicina Dental de Sueño se han centrado en el funcionamiento de los mecanismos que provocan la aparición del SAOS. Aunque es difícil aún encontrar un tratamiento que sea 100% eficaz contra el SAOS, es la combinación de técnicas terapéuticas y el control de factores fisiológicos como el peso o la calidad de vida de los pacientes lo que en última instancia reduciría la prevalencia de esta enfermedad.

Hay muchos tipos de tratamientos quirúrgicos, y el tipo de cirugía a realizar depende de la valoración clínica y polisomnográfica de cada paciente. No cualquier persona es candidata para este tipo de tratamiento, y decidir si un paciente se beneficiará o no con un procedimiento quirúrgico debe corresponder a un otorrinolaringólogo que esté capacitado en el manejo de las alteraciones respiratorias inducidas por el sueño, pues el abuso o mal uso de las diferentes técnicas descritas conlleva el riesgo de complicaciones postoperatorias y/o de fracasos terapéuticos generales.

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¿TE CONSIDERAS HIPOCONDRIACO?

La hipocondría o hipocondriasis es una condición en la cual el paciente presenta una preocupación excesiva con respecto a padecer alguna enfermedad grave.

 La hipocondría es, en esencia, una actitud que el individuo adopta ante la enfermedad. La persona hipocondríaca se somete, constantemente, a un autoanálisis minucioso y preocupado, incluso obsesivo, de las funciones fisiológicas básicas, y piensa en ellas como una fuente de segura enfermedad biológica.

La característica esencial de la hipocondría es la preocupación y el miedo o la convicción de padecer una enfermedad grave, a partir de la interpretación personal de alguna sensación corporal o de casi cualquier otro signo que aparezca en el cuerpo. Puede ocurrir, por ejemplo, con lunares, con pequeñas heridas, con la tos, incluso con los latidos mismos del corazón, con movimientos involuntarios o con sensaciones físicas no muy claras. Aunque el médico le asegure que no presenta enfermedad alguna, el hipocondríaco solamente se queda tranquilo durante un momento, pero su preocupación por lo general vuelve de nuevo.

La interpretación catastrófica, por parte del individuo, de los signos corporales más ínfimos es el mecanismo que desencadena la hipocondría. Se sabe que este trastorno afecta a menudo a ambientes familiares, es decir, que muchos miembros de una familia tienden a estar afectados. Hay familias que son especialmente sensibles y están muy inclinadas hacia la interpretación de los signos de enfermedad en todos los ámbitos de la vida. De esta forma, los miembros de la misma familia aprenden a interpretar negativamente cualquier signo corporal y lo asocian con angustia, miedo o ansiedad.

No debe descartarse la posibilidad de que una persona hipocondríaca esté realmente enferma. En muchas ocasiones lo que hace es centrar su atención en síntomas leves o imaginarios (mareosdolor de cabeza, etcétera), y no en los verdaderamente importantes. Asimismo, el hipocondríaco, al centrar su atención emocional en una determinada función biológica, puede terminar por formar síntomas orgánicos reales (fenómeno psicosomático). El enfermo expresa así el efecto nocebo, es decir, la aparición de un síntoma somático causado por un proceso psíquico.​

Se trata de un trastorno que muy a menudo aparece asociado con la ansiedad, por lo que el principal síntoma de la hipocondría es la preocupación exagerada que la persona siente por su salud. El hipocondríaco medita constantemente sobre sus síntomas, reales o imaginarios, y llega a percatarse de signos funcionales que habitualmente escapan a la conciencia (la intensidad de los latidos cardíacos, las funciones digestivas). Puede describir su cuadro clínico con una sutileza y precisión notorias, y aclara repetidas veces el alcance de cada uno de sus síntomas físicos. La atención del hipocondríaco se centra no solo en el estudio de sí mismo (se toma el pulso, la temperatura, el número de respiraciones por minuto y la tensión arterial varias veces al día), sino también en la cantidad y composición de los alimentos. Sabe con qué aguas hace mejor la digestión, qué grados de ventilación o de temperatura le convienen, etc.

La sintomatología más generalmente hipocondríaca es la sugestiva, que experimenta acompañada de una especial alteración negativa del estado de ánimo, sumamente desagradable, y que le hace colocarse en una actitud fóbica frente a sus molestias, de las que siempre cree que son el comienzo de enfermedades graves. Finalmente, el hipocondríaco acaba renunciando a casi todo para consagrarse a cuidar su enfermedad imaginaria.

En la mayoría de los casos, los pacientes sufren síntomas físicos, ya que la hipocondría es un trastorno somatomorfo, que produce dolor real que tiene como única causa la psicológica, y estos dolores aumentan los pensamientos negativos sobre su salud, lo cual incluye al paciente en un círculo vicioso.

En la hipocondría, las preocupaciones del enfermo hacen referencia a funciones corporales (latido cardíaco, sudor o movimientos peristálticos), a anormalidades físicas menores (pequeñas heridas, tos ocasional) o a sensaciones físicas vagas y ambiguas (corazón cansado, venas dolorosas). El individuo atribuye estos síntomas o signos a una enfermedad temida, y se encuentra muy preocupado por su padecimiento. Pero al fin en realidad no existe ninguna enfermedad médica asociada a los síntomas que atribuye el individuo, y, si el paciente está enfermo verdaderamente, su enfermedad no está relacionada con ellos.

Del mismo modo, esto se genera o se potencia ante análisis médicos rutinarios u obligatorios que tenga que realizarse (por ejemplo, ante la proximidad de un análisis de sangre, la persona puede imaginarse miles de posibles malos resultados).

La hipocondría hay que distinguirla de los rasgos de personalidad aprensiva; en la hipocondría, el malestar es significativo y afecta la vida laboral, social u otras áreas importantes de la vida del sujeto. Hay que considerar también que la duración de la sintomatología sea significativa, al menos 6 meses, antes de diagnosticar dicha enfermedad.

Se debe asegurar que el paciente no tenga verdaderamente ninguna enfermedad física. Una vez que se ha descartado, si el paciente sigue con angustia, preocupación y dudas acerca de su estado de salud, es conveniente estudiar la posibilidad de que se trate de un trastorno psicológico.

Los Criterios Diagnósticos de Investigación (CIE 10) para la hipocondría especifican que debe existir la convicción de «estar padeciendo como máximo dos enfermedades médicas importantes» y exigen que, por lo menos, una de ellas sea correcta y específicamente nombrada por quien está presentando el trastorno hipocondríaco.

La actitud hipocondríaca aparece como un síntoma en algunas formas de depresión endógena, especialmente en la melancolía involutiva (depresión en la tercera edad). También puede adquirir en ciertos casos los rasgos de un desarrollo delirante, de contenido hipocondríaco, en la llamada paranoia hipocondríaca. Multitud de neuróticos, tanto histéricos como neurasténicosorganoneuróticos y los pacientes psicosomáticos, destacan en su cuadro clínico general la actitud hipocondríaca.

El tratamiento básico sigue consistiendo en hacer todo lo posible para que la persona pierda el miedo a la enfermedad y a la muerte. Muchas veces la propia angustia producida por el pensamiento de estar enfermo, como una sensación desagradable e incontrolable, se convierte en el desencadenante de dicho miedo. Para conseguir la desaparición de estos temores, se emplea la desensibilización sistemática en la imaginación a situaciones temidas y evitadas, para que finalmente la persona pueda acercarse a ellas sin angustia y si miedo.

El paciente puede entonces comenzar a reinterpretar sus sensaciones corporales y sentir también aquellas que son agradables o neutras, y su cuerpo dejará entonces de ser una fuente de dolor o de temor y podrá convertirse en un generador de placer y de confianza.

Finalmente, se trabaja para que la persona pueda enfrentar con éxito otros problemas que aparecen en su vida cotidiana: toma de decisiones difíciles, cambio de trabajo, separaciones, etc. Se intenta evitar, de esta forma, que en el futuro se desencadenen situaciones de depresión o de angustia continuada que le pueden hacer recaer en la hipocondría.

Hay que observar que en algunos casos la diagnosis de hipocondría puede no ser correcta cuando el paciente realmente padece alguna enfermedad y es el especialista quien no consigue encontrar su verdadera causa. Por esta razón, cada caso debe analizarse a fondo antes de establecer un diagnóstico de hipocondría, ya que debe descartarse patología orgánica poco habitual, o problemática social o psicológica de fondo.

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MENTIR Y MENTIR

El término mentira tiene varios usos en el lenguaje y se aplica a niveles diferentes, por ejemplo al de la comunicación (cuando uno busca engañar con sus palabras), o al de las actuaciones (cuando uno finge algo contrario a lo que siente o a lo que es).

Una mentira es una declaración realizada por alguien que sabe, cree o sospecha que es falsa en todo o en parte, esperando que los oyentes le crean, de forma que se oculte la realidad o la verdad en forma parcial o total.1​ Una cierta oración puede ser una mentira si el interlocutor piensa que es falsa o que oculta parcialmente la verdad. En función de la definición, una mentira puede ser una falsedad genuina o una verdad selectiva, exagerar una verdad, si la intención es engañar o causar una acción en contra de los intereses del oyente. Las ficciones, aunque falsas, no se consideran mentiras. Mentir es decir una mentira. A las personas que dicen una mentira, especialmente a aquellas que las dicen frecuentemente, se las califica de mentirosas. Mentir implica falsear intencionalmente y conscientemente. Tiene como sinónimos parciales: embuste, bola, bulocalumnia, coba o falacia.

También es mentira el acto de la simulación o el fingir. Por ejemplo: si alguien atropella a una persona y huye del lugar sin ser identificado y, después de un tiempo, regresa y se mezcla con los curiosos y finge indignación por lo ocurrido, está mintiendo a todos aquellos ante quienes simula o finge inocencia. En otras palabras, para mentir no se necesita decir palabra alguna.

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Otra forma de mentira no verbal la constituye el hecho de hacerse pasar por discapacitado físico con el fin de obtener algún «favor» en provecho propio (limosnas, por ejemplo).

Mentir está en contra de los cánones morales de muchas personas y está específicamente prohibido como pecado en muchas religiones.  

En función de las circunstancias, se entiende que mentir para proteger a personas de un opresor inmoral suele ser permisible. Es el caso, por ejemplo, de las víctimas de una guerra.

Mentir de una forma que intensifica un conflicto, en vez de atenuarlo, generalmente se considera el peor pecado.

Un mentiroso es una persona que tiene cierta tendencia a decir mentiras. La tolerancia de la gente con los mentirosos habitualmente es muy pequeña, y a menudo sólo se necesita que se sorprenda a alguien en una mentira para que se le asigne la etiqueta de mentiroso y se le pierda para siempre la confianza. Esto, por supuesto, es moderado por la importancia del hecho al que se refiera la mentira.

Una mentira graciosa, más comúnmente como bromear, engaño con propósito humorístico, cuando la falsedad se entiende, no se considera inmoral y es una práctica utilizada ampliamente por comediantes y humoristas.

El filósofo Leo Strauss acentuó la necesidad de mentir para ocultar una posición estratégica, o para ayudar a la diplomacia. Así lo hicieron también los representantes de la filosofía política, desde Maquiavelo hasta la «mentira noble» de Platón.

Que las mentiras desaparezcan completamente del ámbito de la política, de la justicia, de la diplomacia, del periodismo y de otros muchos ámbitos de la vida social es algo virtualmente imposible, tal y como no pueden ser excluidas de las guerras que estas mismas actividades, supuestamente, deberían prevenir.

San Agustín distingue ocho tipos de mentiras: las mentiras en la enseñanza religiosa; las mentiras que hacen daño y no ayudan a nadie; las que hacen daño y sí ayudan a alguien; las mentiras que surgen por el mero placer de mentir; las mentiras dichas para complacer a los demás en un discurso; las mentiras que no hacen daño y ayudan a alguien; las mentiras que no hacen daño y pueden salvar la vida de alguien, y las mentiras que no hacen daño y protegen la «pureza» de alguien. Por otra parte, san Agustín aclara que las «mentirijillas» no son en realidad mentiras.

Tomás de Aquino, por su parte, distingue tres tipos de mentiras: la útil, la humorística y la maliciosa. Según Tomás de Aquino, los tres tipos de mentira son pecado. Las mentiras útiles y humorísticas son pecados veniales, mientras que la mentira maliciosa es pecado mortal.

El tipo más grave de mentira es la calumnia, ya que con esto se imputa siempre a algún inocente una falta no cometida en provecho malicioso.

Dentro de cualquier situación en la que se dan siempre respuestas duales (por ejemplo, sí/no, blanco/negro), una persona de la que sabemos que está mintiendo consistentemente sería, de forma paradójica, una fuente de verdad. Hay muchas paradojas de esta clase, siendo la más famosa la que se conoce como la paradoja del mentiroso, comúnmente expresada como «esta proposición es mentira» o «esta proposición es falsa». La denominada paradoja de Epiménides —«todos los cretenses mienten», declara Epiménides el cretense— fue una precursora de la paradoja del mentiroso, aunque el hecho de que sea o no una paradoja también está en discusión. Hay una clase de acertijos lógicos relacionados con este asunto que, en inglés, se conocen con el nombre de «knights and knaves» (usualmente «caballeros y escuderos», frecuentemente «caballeros y bellacos», de vez en cuando «caballeros y villanos» o rara vez «caballeros y sirvientes», en español), en los que el objetivo es determinar, de un grupo de personas, quién miente y quién dice la verdad.

La detección de mentiras es un campo de estudio de distintas ramas de la Psicología, y más concretamente, la Psicología Jurídica, con especialidades como la Psicología Forense, la Psicología Criminalística, entre otras.​

Aunque tradicionalmente, tanto popular como científicamente, la detección de mentiras se basaba en criterios conductuales, los metaanálisis realizados a principios del siglo XXI constatan las limitaciones de ese planteamiento, ya que conlleva muchos errores. Por tanto, se investiga sobre todo dos aspectos: la de desarrollar estrategias activas a la hora de realizar entrevistas y prestarle más importancia a los indicios contextuales de la mentira.

En general se tarda más en contestar con una mentira que diciendo la verdad.

Un ejemplo es el tiopentato de sodio (pentotal sódico). Teniendo en cuenta que como agente hipnótico, con una dosis controlada, su actuación en el cerebro humano produce depresión de las funciones corticales superiores, se pensó que podría resultar de utilidad en interrogatorios. Se considera que la mentira es una elaboración compleja, consciente, mucho más complicada que la verdad, así que, si se deteriora la actividad superior cortical, al sujeto le resultará mucho más complicado mantener su voluntad y la “verdad” fluiría en su conversación con mayor facilidad. Eso es, al menos, la teoría, puesta en práctica durante decenios por los servicios de espionaje de muchos países. Hasta cierto punto, la idea es correcta, pero no garantiza, ni mucho menos, que el sujeto vaya a contar lo que se espera, puesto que hay muchos factores que pueden modificar el experimento, desde un entrenamiento especial hasta condiciones ambientales o, simplemente, una asunción de la mentira como verdad por parte del sujeto.

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¿SABES QUE ES EL SÍNDROME DE ABSTINENCIA?

El síndrome de abstinencia es la unión de reacciones físicas o corporales que ocurren cuando una persona deja de consumir sustancias a las que es adicta. La adicción puede estar ligada a alguna sustancia psicoactiva, bebidas con alcoholtabaco u otras drogas.

Este síndrome también puede presentarse en algunas enfermedades psicológicas como la dependencia emocional, donde no se depende de una sustancia o droga, pero sí de afecto desmedido o dependencia hacia otra persona, presentando el individuo somatización (es decir, proceso por el cual se transforman o convierten problemas emotivos o psicológicos en dolores físicos).

Aunque los síntomas varían en forma e intensidad de acuerdo con el producto empleado y el tiempo que lleva desarrollándose la dependencia, en todos los casos se deben a que se ha alterado el funcionamiento normal del sistema nervioso.

El síndrome de abstinencia es denominado coloquialmente «mono».

En términos generales, las sustancias adictivas poseen compuestos semejantes a los neurotransmisores (compuestos químicos empleados por las neuronas para comunicarse entre sí) encargados de desencadenar la actividad de los centros cerebrales de recompensa, placer o satisfacción, los cuales permiten la expresión de emociones gratificantes como entusiasmo, alegría y serenidad. Precisamente por ello hay quienes los utilizan para enfrentar momentos difíciles.

Pero, el uso frecuente de drogas, incluyendo tabaco y alcohol, exige cantidades cada vez mayores para lograr el mismo efecto; a este hecho se le conoce como tolerancia, y ocurre porque las sustancias adictivas sustituyen gradualmente la creación de neurotransmisores que desencadenan sensaciones de bienestar. En consecuencia, el paciente pierde la capacidad de experimentar gozo y tranquilidad de manera natural, y crea una dependencia o consumo compulsivo para no sufrir una serie de malestares como ansiedad, nerviosismo, alucinaciones, sudoración, temblores, escalofríos, dificultad para dormir, vómito y otros que, en conjunto, forman el síndrome de abstinencia.

Cabe destacar que el abuso de sustancias no siempre crea dependencia física, sino psicológica, la cual se basa en el deseo continuo de consumir un químico para hacer frente a situaciones que generan malestar. Aunque también es muy difícil de superar, tiene la peculiaridad de que cuando se deja de emplear la droga no se manifiestan cambios en el organismo, es decir, no hay síndrome de abstinencia, sólo alteraciones emocionales y de conducta.

El uso continuo de sustancias que actúan sobre el sistema nervioso es responsable de dependencia física, ya que el cuerpo se adapta a ellas y el cerebro experimenta un cambio en su estructura y desempeño, de manera que sólo puede funcionar normalmente ante la presencia de dichos químicos, sin olvidar que cada vez requiere mayores dosis para obtener efectos placenteros.

Es importante mencionar que cada sustancia actúa en forma particular en el cerebro y que no todas generan dependencia física ni síndrome de abstinencia. Para explicarlo mejor, podemos recurrir a una clasificación general de dichos químicos en tres grupos:

  • Depresores, dosis pequeñas generan euforia, pero cuando son altas relajan la actividad del cerebro, produciendo aturdimiento y letargo, incluso la muerte al paralizar la actividad nerviosa que controla al aparato respiratorio. Muchos de estos químicos se utilizan con finalidades médicas, como tranquilizantes (narcóticos) o inductores del sueño (hipnóticos). Los más conocidos en esta clasificación son: alcoholbenzodiacepinas, fármacos calmantes, solventes y adhesivos; los tres primeros generan dependencia física y psicológica, los dos últimos sólo psicológica, según se ha comprobado hasta la fecha. 
  • Estimulantes, incrementan la actividad del sistema nervioso central. Suelen generar mejoría del estado de ánimo, sensación de felicidad, aparente aumento de la capacidad mental y física, falta de sueño y apetito, así como mayor actividad en general. Este grupo incluye anfetaminasmetanfetamina (speed), metilendioximetanfetamina (éxtasis o MDMA), metilfenidatofenciclidina (PCP o polvo de ángel), cocaínanicotina, y cafeína; todas estas sustancias generan dependencia física y/o psíquica en distinto grado, además de síndrome de abstinencia.
  • Alucinógenos, reducen la impresión de percibir imágenes o sonidos que no pueden captarse ordinariamente con los sentidos, y son empleados por algunas culturas en rituales. Producen aumento en la actividad de algunos centros cerebrales, dilatación de las pupilas, frío en brazos y piernas, y sensación de hormigueo en el estómago; así mismo, llegan a generar experiencias muy placenteras o terroríficas. En esta categoría resaltan los psicodélicosdietilamida del ácido lisérgico (LSD)mescalina (peyote) y psilocibina; existe discusión acerca de su capacidad para generar dependencia psíquica, en tanto que la de tipo físico y el síndrome de abstinencia parecen estar por completo ausentes, salvo en sustancias específicas como la ketamina o la fenciclidina, cuya capacidad de provocar dependencia, tanto física como psicológica, está comprobada; sin embargo, estos últimos son disociativos, subcategoría diferente a los psicodélicos.

Los síntomas del síndrome de abstinencia siempre dependerán de la sustancia utilizada y del organismo de cada persona, ya que no siempre se tienen las mismas reacciones.

El síndrome de abstinencia en bebedores relativamente moderados comienza de 12 a 24 horas después de haber dejado de beber, y sus síntomas son: temblor, debilidad, escalofríos, cefaleas, deshidratación y náuseas. También es común el deseo de volver a ingerir esta sustancia.

Por regla general, cuanto más tiempo y más cigarrillos haya fumado una persona, mucho mayor será la probabilidad de que presente síntomas al abandonar el consumo de tabaco; los más comunes son: deseo irrefrenable de fumar, tensión, irritabilidad, dolor de cabeza, dificultad para concentrarse, somnolencia o insomnio y aumento del apetito y de peso.

Morfinaopio y heroína, además de sustancias farmacológicas como oxicodona y codeína integran este grupo de depresores del sistema nervioso. La reacción del organismo ante la abstinencia suele ser, en principio, respiración agitada acompañada de bostezos, lagrimeo, flujo nasal y sudoración; luego se presentan hiperactividad, sentido de alerta exacerbado, incremento del ritmo cardiaco, piloerección («piel de gallina») y fiebre.

Los ansiolíticos son fármacos depresores de la actividad nerviosa, como benzodiacepinasbarbitúricosglutetimidacloralhidrato y meprobamato que se prescriben con receta médica para controlar la ansiedad o inducir el sueño, pero que al tomarse en altas dosis o por periodos prolongados generan adicción. Al interrumpir su consumo cuando hay dependencia se desencadena una reacción grave, aterrorizante y potencialmente mortal, muy parecida al delirium tremens, cuyos síntomas principales son debilidad, malestar general, depresión, temblores, deshidratación, delirio, insomnio y alucinaciones.

La adicción a las anfetaminas suele iniciar cuando se administran como medicamentos para bajar de peso, aunque la metanfetamina y el MDMA o éxtasis han alcanzado amplia difusión en el mercado ilegal. Cuando se interrumpe bruscamente su consumo se generan cansancio y somnolencia extremas, si bien algunas personas se muestran intensamente ansiosas e inquietas.

La cocaína es otro estimulante del sistema nervioso. Puede inhalarse o inyectarse, y cuando se hierve con bicarbonato sódico se obtiene el crack, que puede ser fumado. La tolerancia se desarrolla rápidamente y las reacciones de abstinencia incluyen cansancio, depresión, insomniosomnolencia, flujo nasal, ansiedad, náuseas y vómitos, debilidad, tos o estornudos, pensamientos suicidas o sentimientos negativos hacía uno mismo o sentir no valer nada y cambios en el carácter a veces violento; en ocasiones hay alucinaciones.

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INVESTIGANDO LA MEMORIA

La memoria es una función del cerebro que permite al organismo codificar, almacenar y recuperar la información del pasado. Algunas teorías afirman que surge como resultado de las conexiones sinápticas repetitivas entre las neuronas, lo que crea redes neuronales (la llamada potenciación a largo plazo).

La memoria permite retener experiencias pasadas y, según el alcance temporal, se clasifica convencionalmente en: memoria a corto plazo (consecuencia de la simple excitación de la sinapsis para reforzarla o sensibilizarla transitoriamente), memoria a mediano plazo y memoria a largo plazo (consecuencia de un reforzamiento permanente de la sinapsis gracias a la activación de ciertos genes y a la síntesis de las proteínas correspondientes).  Un ejemplo que sustenta lo antes mencionado es la enfermedad de alzheimer que ataca las neuronas del hipocampo lo que causa que la persona vaya perdiendo memoria y ni siquiera recuerde en muchas ocasiones a sus familiares.

En términos prácticos, la memoria (o, mejor, los recuerdos) es la expresión de que ha ocurrido un aprendizaje. De ahí que los procesos de memoria y de aprendizaje sean difíciles de estudiar por separado.

En el proceso de almacenamiento de los conocimientos en la memoria es posible diferenciar las siguientes fases:

  • codificación o registro: Transformación de la información sensorial en elementos reconocibles y manipulables por la memoria mediante códigos verbales (palabras, números, letras) y códigos visuales (imágenes y figuras). Esta codificación no es neutra sino que de toda la información sensorial que llega se selecciona la que interesa y se interpreta de acuerdo a vivencias e ideas anteriores. En esta operación influyen de manera decisiva la atención y concentración. Algunos obstáculos para la atención y la concentración son las distracciones externas (conversaciones, radio, televisión, ruidos…); las distracciones internas (preocupaciones, indecisión, problemas personales, falta de interés…); y las distracciones fisiológicas (fatiga física, dieta, sueño, enfermedades…)
  • almacenamiento: Retención de la información con el fin de conservarla y recuperarla cuando sea necesario. Según dónde se guarden los datos permanecerán más o menos tiempo en la memoria, desde unos segundos, hasta toda la vida.
  • recuperación, recordar o recolección: Localización y reactualización de la información almacenada. Esto es a lo que llamamos recordar, es decir, evocar y reconocer la información adquirida y almacenada en la memoria. La recuperación significa traer a la conciencia la información.

Se denomina memoria sensorial a la capacidad de registrar las sensaciones percibidas a través de los sentidos. Constituye la fase inicial del desarrollo del proceso de la atención. Esta memoria tiene una gran capacidad para procesar gran cantidad de información a la vez, aunque durante un tiempo muy breve.

Existe una serie de almacenes de información provenientes de los distintos sentidos que prolongan la duración de la estimulación. Esto facilita, generalmente, su procesamiento en la llamada memoria operativa.

La memoria a corto plazo es el sistema donde el individuo maneja la información a partir de la cual está interactuando con el ambiente. Aunque esta información es más duradera que la almacenada en las memorias sensoriales, está limitada a aproximadamente 7±2 elementos durante 30 segundos (span de memoria) si no se repasa.

Esta limitación de capacidad se pone de manifiesto en los efectos de primicia y ultimidad. Cuando a un grupo de personas se le presenta una lista de elementos (palabrasdibujos, acciones, etc.) para que sean memorizados, al cabo de un breve lapso recuerdan con mayor facilidad aquellos ítems que se presentaron al principio (primicia) o los que se presentaron al final (recencia o ultimidad) de la lista, pero no los intermedios.

La Memoria a largo plazo (MLP) es un almacén al que se hace referencia cuando comúnmente hablamos de memoria en general. Es en donde se almacenan los recuerdos vividos, nuestro conocimiento acerca del mundo, imágenes, conceptos, estrategias de actuación, etc.

Dispone de capacidad desconocida y contiene información de distinta naturaleza. Se considera la «base de datos» en la que se inserta la información a través de la «memoria operativa», para usarla posteriormente.

Hay fallas en el proceso y la función de la memoria que no son propiamente olvidos o dificultades en el almacenamiento o la recuperación, sino que son distorsiones de la información. Algunos de estos trastornos alcanzan un grado de enfermedad ya y son llamados «paramnesias»; otros por el contrario son bastante poco frecuentes o leves en su ocurrencia. En ambos casos las manifestaciones pueden ser similares, pero diferir en la intensidad o frecuencia.

Entre las anomalías más frecuentes encontramos:

  • «Tu cara me parece conocida»: Que nos ocurre cuando encontramos una persona a la que conocemos (o creemos conocer) pero nos es imposible identificar (o determinar con quién tiene tal parecido).
  • Olvidar el nombre: Nos ocurre cuando identificamos plenamente la cara como la de alguien conocido, pero no podemos recordar el nombre.
  • Sensación de conocer: Este es el caso en que creemos firmemente conocer algo o saber algo, pero a la hora de utilizar ese conocimiento se fracasa. Esto nos ocurre con más frecuencia en materia semántica.
  • Fenómeno de «lo tengo en la punta de la lengua»: Está muy relacionado con el anterior y es específicamente la incapacidad de encontrar la palabra correcta para lo que se quiere decir, encontrando tal vez muchas asociadas o relacionadas pero sin que se ajusten exactamente a lo buscado.
  • Laguna temporal: Es cuando se olvidan algunos fragmentos de algo o lo ocurrido en un lapso específico, por lo general cuando en ese lapso no ocurre nada relevante y se estaban ejecutando funciones o labores sobre aprendidas. Ejemplo, cuando olvidamos parte del recorrido habitual a nuestra casa: no recordamos cuando pasamos por determinado punto (por el que tuvimos que haber pasado).
  • Falsificación de la memoria o falsos recuerdos: El aparato psíquico crea recuerdos para llenar lagunas en la memoria. Este tipo de trastorno tiende a ser altamente problemático para el sujeto y ameritar especial cuidado desde la psicología.
  • Deja vu: Es una anomalía del reconocimiento que implica que experimentamos esa situación de «esto ya lo he visto» o «esto ya lo he vivido», aún a sabiendas de que es la primera vez que lo vemos o vivimos.
  • Jamais vu: Es el caso contrario al anterior. Aquí, aunque el individuo conoce y sabe que conoce determinada situación y la recuerda, no experimenta ninguna sensación de familiaridad.

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ACOSO ESCOLAR

El acoso escolar (también conocido como hostigamiento escolar, matonaje escolar, maltrato escolar o en inglés school bullying) es cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido entre estudiantes de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado tanto en el aula, como a través de las redes sociales, con el nombre específico de ciberacoso​ Estadísticamente, el tipo de violencia dominante es el emocional y se da mayoritariamente en la clase y en los patios escolares. Los protagonistas de los casos de acoso escolar suelen ser niños y niñas en proceso de entrada en la adolescencia, siendo ligeramente mayor el porcentaje de niñas en el perfil de víctimas.

El acoso escolar es una forma característica y extrema de violencia escolar.

Este tipo de violencia escolar se caracteriza, por tanto, por una reiteración encaminada a conseguir la intimidación de la víctima, implicando un abuso de poder en tanto que es ejercida por un agresor más fuerte (ya sea esta fortaleza real o percibida subjetivamente) que aquella. El sujeto maltratado queda, así, expuesto física y emocionalmente ante el sujeto maltratador, generándose como consecuencia una serie de secuelas psicológicas (aunque estas no formen parte del diagnóstico); es común que el acosado viva aterrorizado con la idea de asistir a la escuela y que se muestre muy nervioso, triste y solitario en su vida cotidiana. En algunos casos, la dureza de la situación puede acarrear pensamientos sobre el suicidio e incluso su materialización, consecuencias propias del hostigamiento hacia las personas sin límite de edad.

Suelen ser más propensos al acoso escolar aquellos niños que poseen diversidad funcional, entre las cuales se pueden contar el síndrome de Down, el autismosíndrome de Aspergersíndrome de Tourette, etc.

Los profesores Iñaki Piñuel Zabala y Araceli Oñate han descrito hasta nueve modalidades de acoso escolar, con la siguiente incidencia entre las víctimas: ​

1.- Bloqueo social. Agrupa las acciones de acoso escolar que buscan bloquear socialmente a la víctima. Todas ellas buscan el aislamiento social y su marginación impuesta por estas conductas de bloqueo.

Son ejemplos las prohibiciones de jugar en un grupo, de hablar o comunicar con otros, o de que nadie hable o se relacione con él, pues son indicadores que apuntan un intento por parte de otros de quebrar la red social de apoyos del niño.

Se incluye dentro de este grupo de acciones el meterse con la víctima para hacerle llorar. Esta conducta busca presentar al niño socialmente, entre el grupo de iguales, como alguien flojo, indigno, débil, indefenso, estúpido, llorica, etc. El hacer llorar al niño desencadena socialmente en su entorno un fenómeno de estigmatización secundaria conocido como mecanismo de chivo expiatorio. De todas las modalidades de acoso escolar es la más difícil de combatir en la medida que es una actuación muy frecuentemente invisible y que no deja huella. El propio niño no identifica más que el hecho de que nadie le habla o de que nadie quiere estar con él o de que los demás le excluyen sistemáticamente de los juegos.

2.- Hostigamiento (20,9%) Agrupa aquellas conductas de acoso escolar que consisten en acciones de hostigamiento y acoso psicológico que manifiestan desprecio, falta de respeto y desconsideración por la dignidad del afectado. El desprecio, el odio, la ridiculización, la burla, el menosprecio, los motes, la crueldad, la manifestación gestual del desprecio, la imitación burlesca son los indicadores de esta escala.

3.- Manipulación (19,9%) Agrupa aquellas conductas de acoso escolar que pretenden distorsionar la imagen social del niño y “envenenar” a otros contra él. Con ellas se trata de presentar una imagen negativa, distorsionada y cargada negativamente sobre la víctima. ​ Se cargan las tintas contra todo cuanto hace o dice la víctima, o contra todo lo que no ha dicho ni ha hecho. No importa lo que haga, todo es utilizado y sirve para inducir el rechazo de otros. A causa de esta manipulación de la imagen social de la víctima acosada, muchos otros niños se suman al grupo de acoso de manera involuntaria, percibiendo que la víctima merece el acoso que recibe, incurriendo en un mecanismo denominado “error básico de atribución”.

4.- Coacciones (17,4%) Agrupa aquellas conductas de acoso escolar que pretenden que la víctima realice acciones contra su voluntad. Mediante estas conductas quienes acosan al niño pretenden ejercer un dominio y un sometimiento total en contra de su voluntad.

El que la víctima haga esas cosas contra su voluntad proporciona a los que fuerzan o tuercen esa voluntad diferentes beneficios, pero sobre todo poder social. Los que acosan son percibidos como poderosos, sobre todo, por los demás que presencian el doblegamiento de la víctima. Con frecuencia las coacciones implican que el niño sea víctima de vejaciones, abusos o conductas sexuales no deseadas que debe silenciar por miedo a las represalias sobre sí o sobre sus hermanos.

5.- Exclusión social (16,0%) Agrupa las conductas de acoso escolar que buscan excluir de la participación al niño acosado. El “tú no”, es el centro de estas conductas con las que el grupo que acosa segrega socialmente al niño. Al ningunearlo, tratarlo como si no existiera, aislarlo, impedir su expresión, impedir su participación en juegos, se produce el vacío social en su entorno.

6.- Intimidación (14,2%) Agrupa aquellas conductas de acoso escolar que persiguen amilanar, amedrentar, apocar o consumir emocionalmente al niño mediante una acción intimidatoria. Con ellas quienes acosan buscan inducir el miedo en el niño. Sus indicadores son acciones de intimidación, amenaza, hostigamiento físico intimidatorio, acoso a la salida del centro escolar.

7.- Agresiones (12,8%). Amenazas (9,3%) Agrupa las conductas de acoso escolar que buscan amilanar mediante las amenazas contra la integridad física del niño o de su familia, o mediante la extorsión.

El objetivo del acoso escolar es intimidar, apocar, reducir, someter, aplanar, amedrentar y consumir, emocional e intelectualmente, a la víctima, con vistas a obtener algún resultado favorable para quienes acosan o satisfacer una necesidad imperiosa de dominar, someter, agredir, y destruir a los demás que pueden presentar los acosadores como un patrón predominante de relación social con los demás.

En ocasiones, el niño que desarrolla conductas de hostigamiento hacia otros busca, mediante el método de «ensayo-error», obtener el reconocimiento y la atención de los demás, de los que carece, llegando a aprender un modelo de relación basado en la exclusión y el menosprecio de otros.

Con mucha frecuencia el niño o niña que acosa a otro compañero suele estar rodeado muy rápidamente de una banda o grupo de acosadores que se suman de manera unánime y gregaria al comportamiento de hostigamiento contra la víctima. Ello es debido a la falta de una autoridad exterior (por ejemplo, un profesor, un familiar, etc.) que imponga límites a este tipo de conductas, proyectando el acosador principal una imagen de líder sobre el resto de sus iguales seguidores.

A menudo la violencia encuentra una forma de canalizarse socialmente, materializándose en un mecanismo conocido de regulación de grupos en crisis: el mecanismo del chivo expiatorio.​ Destruir al que no es seguidor, al que se resiste, al diferente, al que sobresale académicamente, al imbuido de férreos principios morales, etc.

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¿TE IDENTIFICAS CON TU GENERO?

La identidad de género alude a la percepción subjetiva que un individuo tiene sobre sí mismo en cuanto a su propio género, que podría o no coincidir con sus características sexuales; este, puede considerarse como el sexo psicológico o psíquico​ y se constituye en uno de los tres elementos de la identidad sexual junto a la orientación sexual y el rol de género, relacionándose «con el esquema ideoafectivo de pertenencia a un sexo»,​ por lo que sería la expresión individual del género.

Todas las sociedades tienen un conjunto de categorías de género que pueden servir como base de la formación de la identidad social de un individuo en relación con otros miembros. En la mayoría de ellas, existe una división básica entre los atributos de género asignados a hombres y mujeres, un binarismo de género al que la mayoría de las personas se adhieren y se acoplaría a los ideales de la masculinidad y la feminidad en todos los aspectos del sexo y género: el sexo biológico, la identidad de género y la expresión de género. Sin embargo, también hay algunas personas que no se identifican con algunos (o todos) los aspectos de género que están asignados a su sexo biológico; algunos de esos individuos son transgéneros o de género no-binario. Algunas sociedades tienen categorías adscritas a un tercer género.

La identidad de género y la identidad sexual convergen en la construcción que hace el sujeto de sí, sin embargo, la primera es más general e incluye aspectos no estrictamente biológicos, en tanto que la segunda se relaciona principalmente con el reconocimiento que los sujetos hacen respecto a sus órganos sexuales. La identidad de género por tanto añade una dimensión psicológica de identificación que puede ser independiente de los caracteres fenotípicos que todos los seres humanos poseen en función de condicionantes biológicos; estos pueden ser independientes del ámbito psicosocial, a pesar de que en la mayor parte de las personas existe una correlación entre ambos.

Cuando se hace referencia a la expresión de género se alude a la exteriorización de la identidad de género de una persona (Ferreyra, Marcelo, IGLHRC).

Los roles de género se «aprenden», es decir, se desarrollan mentalmente desde la más temprana niñez. La observación de otras personas de diferentes identidades de género o sexuales, como los padres, las madres y los familiares, sirve de modelo para desarrollar una autoidentificación y, con ello adscribirse a uno u otro género, lo cual puede verse influido por factores biológicos y genéticos. Los niños y las niñas en sus primeros años aprenden rápidamente a asociar determinados colores, juguetes, programas de televisión, objetos, actividades, espacios y vestimentas con identidades psicosociales. Sin embargo, existen estructuras cerebrales que influyen en la diferenciación sexual entre varones y mujeres. ​

Al considerar el género, ligado al deseo, como más determinante que el determinismo genético del sexo genético, ligado a la anatomía, reactivó las controversias en la comunidad científica acerca de lo innato o adquirido. En la década de 1950 este tema era de fundamental importancia para los que bregaban por despatologizar la homosexualidad.

Sus articuladores son los «cánones vigentes de masculinidad y feminidad»,​ y «se relaciona con el esquema ideoafectivo de pertenencia a un sexo», y se trata, por consiguiente, de la expresión individual del género.

Toda sociedad tiene un conjunto de esquemas de género, una serie de «normas, prescripciones sociales o estereotipos culturales relacionados con el género»​ que sirven de base para la formación de una identidad social en relación con otros miembros de esa sociedad y que, en consecuencia, dan origen a la identidad de género.

La identidad de género es parte de una serie de círculos de pertenencia, como lo menciona Gilberto Giménez (1996), a los que el sujeto se adscribe a partir del reconocimiento que hace de sí y de los otros, durante las interacciones que se suscitan en espacios y momentos específicos.

El principal mecanismo responsable de la identidad de género y orientación sexual implica un efecto directo de la testosterona en el cerebro humano en desarrollo, como se muestra en los diferentes trastornos del tipo intersexual.

El síndrome de insensibilidad completa a los andrógenos es causado por diferentes mutaciones en el gen para el receptor de andrógenos (AR). Los afectados son varones XY que se desarrollan como mujeres y tienen una apariencia fenotípica de mujer y fantasías «heterosexuales«, sin los problemas de incoherencia de género.​

Cuando un feto varón tiene una deficiencia de 5 alfa-reductasa-2 o 17 β hidroxi-esteroides deshidrogenasa-3, ocurre que la testosterona periférica se transforma en dihidrotestosterona. Esta deficiencia parece ser una anomalía genética, con una distribución geográfica muy irregular. Al nacer, se presenta como una niña con un clítoris grande. Estos niños XY son generalmente criados como niñas. Sin embargo, cuando aumenta la producción de testosterona durante la pubertad, el ‘clítoris’ crece al tamaño de un pene, los testículos descienden, y los niños comienzan a masculinizarse y se hacen más musculosos. Una observación que hizo la investigadora Julianne Imperato-McGinley —quien lo descubrió entre los niños en la república Dominicana, donde la anomalía es más frecuente que la media— fue que todos estos chicos, a pesar de ser educados como chicas, mostraron casi todos preferencias heterosexuales.

La conciencia de pertenencia a una de las categorías de género existentes parece desarrollarse precozmente y en relación con los estereotipos sociales referentes a los papeles que han de representar los miembros de cada sexo dentro de los espacios socializadores. Hacia los dos años de edad los niños y las niñas ya tienen conocimiento de las categorías de género existentes en la sociedad, y que este conocimiento se complementará una vez que el sujeto tome conciencia de su identidad sexual (conciencia del propio sexo biológico), la cual se reconoce después de los 7 años.​ Sin embargo, sólo hasta los seis años de edad la identidad de género se consolidará (en etapas previas los niños y las niñas aún creerán que, si bien pertenecen a uno u otro sexo, este hecho puede cambiar en función de características físicas visibles o atributos externos como, por ejemplo, los atuendos o la longitud del pelo).

La identidad de género se suele formar hacia los tres años de edad.​ Más tarde de esa edad, es extremadamente difícil de cambiar, y los intentos de reasignación pueden resultar en disforia de género.

En la psiquiatría norteamericana se sigue considerando que la transexualidad es una patología mental. ​ Este último término fue incluido en la quinta versión del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, DSM-V. En ella se sustituyó el epígrafe «trastorno de identidad de género», por «disforia de género», modificando también el elemento esencial para el diagnóstico: no se centra en el deseo de pertenecer al otro sexo, sino en el malestar que esto ocasiona al individuo. ​ Este cambio de terminología no está exento de controversia, ya que en la práctica se sigue manteniendo dentro de los trastornos mentales.

Si crees que tu identidad de genero no es lo que tu cuerpo aparenta y no sabes como reaccionar ante esta situación o sabes de alguien que lo esta pasando mal debido a esto o a cualquier otro tipo de problema o preocupación, te dejo aquí este enlace para que contactes conmigo: http://www.psicologiasinlimitacionesonline.com

¿TE CONSIDERAS ADICTO A ALGO?

Se considera adicción a una enfermedad crónica y recurrente del cerebro que se caracteriza por una búsqueda patológica de la recompensa o alivio a través del uso de una sustancia u otras conductas. Esto implica una incapacidad de controlar la conducta, dificultad para la abstinencia permanente, deseo imperioso de consumo, disminución del reconocimiento de los problemas significativos causados por la propia conducta y en las relaciones interpersonales así como una respuesta emocional disfuncional. El resultado es una disminución en la calidad de vida del afectado (generando problemas en su trabajo, en sus actividades académicas, en sus relaciones sociales o en sus relaciones familiares o de pareja). La neurociencia actualmente considera que la adicción a sustancias y a comportamientos comparten las mismas bases neurobiológicas.

Además del consumo de sustancias psicoactivas existen adicciones a procesos como la adicción al sexo, la adicción al juego (ludopatía), la adicción a la pornografía, la adicción a la televisión, al deporte, la adicción a las nuevas tecnologías (tecnofilia), al teléfono celular o móvil​ (nomofobia) y la adicción a Internet.

El uso de sustancias con características psicoactivas ha acompañado a la humanidad desde los albores de la civilización. ​ Se piensa que los antiguos primates antecesores del hombre tenían un gusto por las frutas sobremaduradas, que presentaban cierta cantidad de azúcares fermentados a alcohol etílico. La ingesta de dichos frutos implicaba una ventaja adaptativa, ya que eran ricos en azúcares en comparación con los frutos menos maduros. Esto pudo haber seleccionado evolutivamente el gusto por las bebidas alcohólicas.

La adicción a sustancias es un padecimiento crónico, recurrente, progresivo y en ocasiones mortal que se caracteriza por la búsqueda y el consumo compulsivo de drogas, a pesar de sus consecuencias nocivas. Se considera una enfermedad del cerebro porque las sustancias psicoactivas y las conductas compulsivas modifican la estructura y funcionamiento de ciertas áreas de este órgano.​ Implica una dependencia de una sustancia, actividad o relación debido a trastornos que esta causa en los circuitos de recompensa, motivación y memoria.

Está conformada por los deseos que consumen los pensamientos y comportamientos (síndrome de abstinencia) de la persona, y estos actúan en aquellas actividades diseñadas para conseguir la sensación o efecto deseado y para comprometerse en la actividad deseada (comportamientos adictivos). A diferencia de los simples hábitos o de las influencias consumistas, las adicciones son «dependencias» que traen consigo graves consecuencias. Estas consecuencias afectan negativamente la vida personal y social del individuo y su salud (física y mental), además de que limitan la capacidad de funcionar de manera efectiva. Es adicta la persona que cree que no puede vivir sin el objeto de su adicción, por lo cual lo busca de forma permanente y compulsiva.

El adicto no controla su adicción, sino que vive en función de ésta: este es el eje y el condicionante de toda su rutina; si trata de salir repentinamente de esta rutina, se ve afectado por problemas de ansiedad y, por lo general, vuelve a caer en el consumo de su adicción, aunque puede dejar de ser adicto después de pasar por una fase comúnmente llamada «mono».

La abstinencia es la reacción del cuerpo al ser privado de una sustancia adictiva de la que se ha vuelto dependiente y tolerante.. Sin la sustancia, las funciones del organismo que dependían de ésta se alteran. Las consecuencias de este síndrome son: Desequilibrios químicos y hormonales y un nivel de estrés psicológico.

La tolerancia es un fenómeno complementario al síndrome de la abstinencia. Consiste en la necesidad de aumentar la dosis de la sustancia para obtener los efectos deseados. Se produce debido a los desequilibrios químicos que se producen en el cuerpo debido al consumo reiterado. El organismo se «prepara» para la recepción de la sustancia. Es necesario incrementar el consumo proporcionalmente al tamaño de este efecto.

Además de los tradicionales grupos disponibles para la rehabilitación, y programas de autoayuda como el Programa de doce pasos, hay una variada gama de enfoques preventivos y terapéuticos para combatir la adicción. Por ejemplo, una opción de tratamiento común para la adicción a los opiáceos es de mantenimiento con metadona. Este proceso consiste en la administración de la sustancia, un opiáceo potente con algún potencial para el abuso, como una copa en un entorno clínico supervisado. De esta manera, los niveles de opiáceos cerebrales aumentan lentamente sin producir la alta, y permanecen en el sistema el tiempo suficiente para disuadir a los adictos de inyectarse la heroína.

Otra forma de terapia con medicamentos implica la buprenorfina, un medicamento que parece ser aún más prometedor que la metadona.​ Un agonista parcial para ciertos receptores de opiáceos, este tratamiento bloquea los efectos de los opiáceos, pero produce sólo reacciones leves. Por otra parte, este método de desintoxicación tiene poco valor en el mercado de las drogas.

Una nueva investigación indica que incluso puede ser posible desarrollar anticuerpos que combaten el efecto de un medicamento específico en el cerebro, haciendo los efectos placenteros nulos. Recientemente, se han desarrollado vacunas contra la adicción a la cocaína, a la heroína, a la metanfetamina y a la nicotina. Estos avances ya están siendo probados en ensayos clínicos en humanos y muestran promesas serias como medida preventiva y de recuperación para adictos o a personas propensas a la adicción.​

Un número considerable de jóvenes está en programas de recuperación de trastornos por consumo de sustancias. Debido a que los jóvenes pasan la mayor parte de su tiempo en la escuela, se han desarrollado las “escuelas de recuperación”, que en los EE. UU. son programas educativos orientados a ayudar a los jóvenes a recuperarse de trastornos por consumo de sustancias. Estos programas se dividen en las Recovery High Schools (RHS), que otorgan diplomas de secundaria y ofrecen una gama de servicios terapéuticos; y las Collegiate Recovery Communities (CRC), que ofrecen servicios de apoyo terapéutico y de abstinencia en los campus universitarios.

El término adicción también se aplica a las compulsiones que no están relacionadas con el consumo de sustancias. Por ejemplo, las compras compulsivas, la adicción al sexo (o sexo compulsivo), el comer en exceso, los problemas con el juego, la adicción al ejercicio o al deporte y la ciberadicción. A veces la compulsión no es hacer algo, sino evitar o «no hacer nada»; por ejemplo, la dilación (evitar como forma de conducta compulsiva), es decir, la procrastinación o posposición. En este tipo de usos comunes, el término adicción se utiliza para describir una compulsión recurrente en un individuo para participar en alguna actividad específica, a pesar de las consecuencias nocivas, según se considere por el propio usuario para su salud individual, el estado mental o la vida social. Puede haber factores biológicos y psicológicos que contribuyan a estas adicciones.

¿TE LIMITAS A LA HORA DE EXPRESARTE?

La libertad de expresión es un principio que apoya la libertad de un individuo o una comunidad de articular sus opiniones e ideas sin temor a represalias, censura o sanción posterior.

La libertad de expresión se reconoce como un derecho humano en virtud del artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) y se reconoce en el derecho internacional de los derechos humanos en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP). El artículo 19 de la DUDH establece que «todos tendrán derecho a opinar sin interferencia» y «todos tendrán derecho a la libertad de expresión, este derecho incluirá la libertad de buscar, recibir y difundir información e ideas de todo tipo, independientemente de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o impreso, en forma de arte, o por cualquier otro medio de su elección «. La versión del Artículo 19 en el PIDCP lo enmienda más adelante al afirmar que el ejercicio de estos derechos conlleva «deberes y responsabilidades especiales» y «por lo tanto, estar sujeto a ciertas restricciones» cuando sea necesario «para respetar los derechos o la reputación de otros» o «para la protección de la seguridad nacional o del orden público (orden público), o de la salud o la moral públicas».

La libertad de palabra y expresión, por lo tanto, puede no ser reconocida como absoluta, y las limitaciones comunes a la libertad de expresión se relacionan con difamacióncalumniaobscenidadpornografíasediciónincitación, palabras de combate, información clasificada, violación de derechos de autor, secretos comerciales, etiquetado de alimentosacuerdos de confidencialidad, el derecho a la privacidad, el derecho al olvido, la seguridad pública y el perjurio. Las justificaciones incluyen el principio de daño, propuesto por John Stuart Mill en On Liberty, que sugiere que: «el único propósito para el que el poder puede ejercerse legítimamente sobre cualquier miembro de una comunidad civilizada, en contra de su voluntad, es evitar daños a otros».

La idea del «principio del delito» también se utiliza en la justificación de las limitaciones del habla, describiendo la restricción de las formas de expresión consideradas ofensivas para la sociedad, considerando factores tales como la extensión, duración, motivos del hablante y la facilidad con la que podría ser evitado. ​ Con la evolución de la era digital, la aplicación de la libertad de expresión se vuelve más controvertida a medida que surgen nuevos medios de comunicación y restricciones, por ejemplo, el Proyecto Escudo Dorado, una iniciativa del Ministerio de Seguridad Pública del gobierno chino que filtra datos potencialmente desfavorables de países extranjeros.

La libertad de expresión tiene una larga historia anterior a los instrumentos internacionales de derechos humanos. Se cree que el antiguo principio democrático ateniense de la libertad de expresión puede haber surgido a fines del siglo VI o al comienzo del siglo V a.​ Los valores de la República Romana incluyen la libertad de expresión y la libertad de religión.

En la actualidad, la libertad de expresión está reconocida en las leyes internacionales y regionales de derechos humanos. El derecho está consagrado en el Artículo 19 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el Artículo 10 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, el Artículo 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el Artículo 9 de la Carta Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos. Con base en los argumentos de John Milton, la libertad de expresión se entiende como un derecho multifacético que incluye no solo el derecho a expresar o difundir información e ideas, sino también tres aspectos más:

  1. el derecho a buscar información e ideas;
  2. el derecho a recibir información e ideas;
  3. el derecho a impartir información e ideas

Los estándares internacionales, regionales y nacionales también reconocen que la libertad de expresión incluye cualquier medio, sea oral, escrito, impreso, a través de Internet o mediante formas artísticas. Esto significa que la protección de la libertad de expresión como un derecho incluye no solo el contenido, sino también los medios de expresión.

El derecho a la libertad de expresión está estrechamente relacionado con otros derechos y puede estar limitado cuando entra en conflicto con otros derechos (véanse las limitaciones a la libertad de expresión).  El derecho a la libertad de expresión también se relaciona con el derecho a un juicio justo y un proceso judicial que puede limitar el acceso a la búsqueda de información, o determinar la oportunidad y los medios en que la libertad de expresión se manifiesta en los procedimientos judiciales.​ Como principio general, la libertad de expresión no puede limitar el derecho a la privacidad, así como el honor y la reputación de los demás. Sin embargo, se da una mayor latitud cuando se trata de críticas a figuras públicas.

El derecho a la libertad de expresión es particularmente importante para los medios de comunicación, que desempeñan un papel especial como portadores del derecho general a la libertad de expresión para todos.​ Sin embargo, la libertad de prensa no necesariamente habilita la libertad de expresión. Judith Lichtenberg ha esbozado las condiciones en las que la libertad de prensa puede limitar la libertad de expresión, por ejemplo, cuando los medios de comunicación suprimen información o ahogan la diversidad de voces inherentes a la libertad de expresión. Lichtenberg argumenta que la libertad de prensa es simplemente una forma de derecho de propiedad resumido por el principio «sin dinero, sin voz».

Los sistemas legales a veces reconocen ciertos límites a la libertad de expresión, particularmente cuando la libertad de expresión entra en conflicto con otros derechos y libertades, como en los casos de difamación, calumnia, pornografía, obscenidad, palabras de pelea y propiedad intelectual. Las justificaciones de las limitaciones a la libertad de expresión a menudo hacen referencia al «principio del daño» o al «principio del delito». Las limitaciones a la libertad de expresión pueden ocurrir a través de sanciones legales o desaprobación social, o ambas. Ciertas instituciones públicas también pueden promulgar políticas que restrinjan la libertad de expresión, por ejemplo, códigos de voz en las escuelas estatales.

La libertad de información es una extensión de la libertad de expresión donde el medio de expresión es Internet. La libertad de información también puede referirse al derecho a la privacidad en el contexto de Internet y la tecnología de la información. Al igual que con el derecho a la libertad de expresión, el derecho a la privacidad es un derecho humano reconocido y la libertad de información actúa como una extensión de este derecho.​ La libertad de información también puede referirse a la censura en un contexto de tecnología de la información, es decir, la capacidad de acceder a contenido web, sin censura ni restricciones.

El concepto de libertad de información surgió en respuesta a la censura, el monitoreo y la vigilancia patrocinados por el estado de Internet. La censura de Internet incluye el control o la supresión de la publicación o el acceso a la información en Internet. El Consorcio Global de Libertad de Internet afirma eliminar los bloqueos al «libre flujo de información» para lo que denominan «sociedades cerradas».

¿EXISTE ACOSO LABORAL EN TU VIDA?

El acoso laboral, o el anglicismo mobbing, hace referencia tanto a la acción de un hostigador u hostigadores conducente a producir miedoterrordesprecio o desánimo en el trabajador afectado hacia su trabajo, como el efecto o la enfermedad que produce en el trabajador. Esta persona o grupo de personas recibe una violencia psicológica injustificada a través de actos negativos y hostiles dentro o fuera del trabajo por parte de grupos sociales externos, de sus compañeros (acoso horizontal, entre iguales), de sus subalternos (en sentido vertical ascendente) o de sus superiores (en sentido vertical descendente, también llamado bossing,​ del inglés boss, ‘jefe’).

Esta violencia psicológica se produce de forma sistemática y recurrente durante un tiempo prolongado, a lo largo de semanas, meses e incluso años, y al mismo en ocasiones se añaden accidentes fortuitos y hasta agresiones físicas, en los casos más graves. Una situación de acoso muy prolongada en el tiempo, además de enfermedades o problemas psicológicos, puede desembocar, en situaciones extremas, en el suicidio de la víctima.

En 2019 se empezó a utilizar el término acoso laboral extremo o turying por el caso de hostigamiento continuo que desencadenó el suicidio del trabajador A. Turyn en la empresa constructora de la T.

Lo que se pretende en último término con este hostigamiento, intimidación o perturbación (o normalmente la conjugación de todas ellas) es el abandono del trabajo por parte de la víctima o víctimas, la cual es considerada por sus agresores como una molestia o amenaza para sus intereses personales (necesidad de extorsión, ambición de poder, de riquezas, posición social, mantenimiento del statu quo, etc.).

La incidencia poblacional del acoso laboral en 2003 se calculó que estaba en el 10-15 % del total de los trabajadores en activo.

El acoso laboral como riesgo psicosocial podría ser confundido con otra manifestación patológica laboral denominada síndrome del desgaste profesional o trabajador quemado. Sin embargo no representan el mismo fenómeno, pues literalmente el estar quemado o desgastado es por circunstancias de actitud o características inherentes a la profesión o el trabajo, lo cual genera en el trabajador una intensa demanda en el aspecto emocional, exigencia muy común entre maestros o enfermeras, por citar dos ejemplos.

El mobbing también es confundido con el estrés y tiene paralelismos en sus manifestaciones con el acoso escolar, al que se asemeja en gran medida. En la mayoría de los casos, tanto en el acoso escolar como en el laboral, las estrategias que utilizan los acosadores son sutiles, como se ha visto más bien de índole psicológica, pues la intención es no dejar rastro o huella del acoso. Lo que se pretende es hacer pasar al acosado por incompetente, improductivo o problemático y, de paso, no poder ser acusados de nada debido a los difícil de demostrar una agresión de tipo psicológico.

A tales efectos, una táctica muy común es la provocación continuada a través de la cual se intenta que la víctima, debido precisamente a la tensión o estrés a que vive sometida, acabe explotando y, en un arranque de ira, traicionándose a sí misma, bien de palabra o acto, con lo que ya se ha logrado el pretexto para el castigo o la expulsión, y así el acosador puede lavarse las manos.

En este sentido, en una sentencia del Juzgado de lo Social de Santander se establece un «concepto uniforme de mobbing». Este juzgado entiende por acoso laboral «aquella presión laboral tendente a la autoeliminación de un trabajador mediante su denigración».​

El acoso laboral puede desembocar en enfermedad profesional, es decir, derivada del trabajo, aunque tanto autoridades como empresas se muestren muy reacias a admitir esta circunstancia.

El acoso laboral, al producirse, siempre debe ser comprobable. A pesar de que puede llegar a utilizar tácticas muy sutiles y que las conductas de acoso llegan a tener un carácter clandestino, por no dejar excesivas huellas externas, ni contar con testigos dispuestos a revelar lo que han presenciado, el ámbito de la evaluación del acoso en el trabajo debe ser prioritariamente algo objetivo y no meramente subjetivo.

Su definición correcta implica establecer y objetivar el carácter real y fehaciente de una serie de comportamientos que, a pesar de que son habitualmente negados por quienes los practican, se pueden establecer o acreditar externamente por testigos, registros, grabaciones o documentos.

Tales indicadores objetivables muestran que el acoso laboral no se encuentra tan solo en una especie de mente paranoide o autorreferencial de las víctimas, sino que las conductas de hostigamiento que lo originan existen en la realidad, incluso fuera del espacio laboral, trascendiendo a la familia, el hogar y los círculos sociales que frecuenta la persona.

No siempre el acoso tiende a la eliminación del compañero o subordinado incómodo. Frecuentemente lo que pretende quien acosa es mostrar a la víctima o a los demás su poder, y hacerlo mediante la destrucción de aquel al que va a victimizar. Incluso marcar o mostrar un ejemplo de lo que puede ocurrirle a alguien.

Son profesionales más frecuentemente afectados los funcionarios y el personal laboral contratado de las administraciones públicas (central, regional o local), los profesores investigadores de las universidades públicas y privadas, los trabajadores de la enseñanza primaria, media o universitaria, informáticos, auditores, los trabajadores de la salud, cuidadores de guarderías y escuelas infantiles, personal de hostelería y turismo, personal de bancos e instituciones financieras, oficiales de marina mercante, así como los miembros de organizaciones denominadas ideológicas (instituciones y organizaciones caritativas o religiosas, partidos políticos, sindicatos), trabajadores del sector gastronómico. En general, todo el sector de los servicios resulta afectado en mayor proporción.

En la actualidad la evaluación del mobbing se fundamenta principalmente en la aplicación de tests psicométricos, los cuales requieren contar con confiabilidad y validez experimental con la finalidad de que puedan arrojar resultados objetivos al respecto.

Por ello la utilidad y aplicabilidad práctica de una sólida evaluación del mobbing radica en la detección real del alcance de esta problemática en las víctimas y sobrevivientes, lo cual puede coadyuvar en el planteamiento del tratamiento médico y psicoterapeútico de los mismos, así como para su correspondiente prevención, manejo, control y seguimiento, así como de las diversas problemáticas de salud psicológica, fisiológica y psicosomática derivadas del mismo que llega a presentar el personal de las organizaciones, el cual merece respeto a su dignidad humana y la mejora de su calidad de vida en el escenario ocupacional del siglo XXI.

En el Código Penal de España, el acoso laboral está tipificado dentro de los delitos de torturas y contra la integridad moral. Se entiende por tal: «El hostigamiento psicológico u hostil en el marco de cualquier actividad laboral o funcionarial, que humille al que lo sufre, imponiendo situaciones de grave ofensa a la dignidad».

La reforma también trata de dar respuesta penal a la aparición de conductas acosadoras de hostigamiento y abuso, en la mayoría de los casos con fines especuladores, como cuando se trata de forzar a alguien a irse de su casa, independientemente de que ésta sea propia o arrendada.

El acoso se regula expresamente como una forma de coacción que, de probarse, acarrea penas de «un año y nueve meses a tres años de prisión, o multa de 18 a 24 meses».​